dilluns, 29 de juny del 2009

El vandalisme i la desorganització són coses comunes i habituals a la urbanització alaiorenca





Cala en Porter: la Menorca incívica
Santi Capellera i Rabassó*periodista

Deixant de banda el que en mi és habitual, és a dir, vehicular la comunicació en la meva llengua vernacla, el català, avui escriuré aquest article en espanyol perquè no vull que hi hagi cap dubte que ningú, absolutament ningú, fins i tot els vinguts de de fora de vacances a Menorca, pugui no entendre el seu contingut i alhora llegint-lo sigui conscient de la gravetat dels fets que explico, i als quals tots sense excepció hi estem exposats.
He vivido en muchos lugares en el transcurso de mi vida, en muchos. Lo he hecho en ciudades como Londres, Amsterdam, París o Milán. He vivido en Andorra y en Luxemburgo. He vivido en Madrid y en Donosti. Barcelona es mi ciudad natal, agresiva, tediosa, llena de delincuencia en muchos de los rincones de su espesa conurbación, pero al mismo tiempo llena de leyes, ordenanzas y sobre todo de policía, mucha policía, que hace, a pesar de su presencia visual a veces un tanto incómoda, que de alguna manera el retiro diario al descanso se dé con cierta seguridad, personal y de los propios bienes.
Hace tres años y medio que resido en Menorca, y nunca jamás antes había tenido que sufrir en propia carne el vandalismo en acción que he soportado en esta isla, y sinceramente me sabe mal tenerlo que afirmar, cosa lamentable, ya que en otros campos Menorca es un lugar realmente fantástico.
Lo contaré. Dejando aparte el vandalismo lingüístico que algunos que se autodenominan cívicos ejercen para con la lengua propia de Menorca, y me refiero a la catalana por si a alguien le queda alguna duda, existe otra casta de vándalos que ejercen el gamberrismo callejero de manera sistemática, o sea, la "kale borroka" a lo isleño. Esos también incívicos actuan de manera flagrante al amparo de la noche, y lo hacen en lugares muy específicos, aprovechando la poca infraestructura lumínica que estos poseen, cuando no es en ausencia absoluta de arcos voltaicos en algunas de las vías públicas. Y afirmaría que dentro de esta serie de despropósitos de incivismo, el ránking del todo vale se lo lleva Cala en Porter. El que por dimensiones y talante podría bien ser el noveno ayuntamiento de la isla, está dejado de la mano de Dios en lo que a servicios y seguridad ciudadana se refiere, y se lleva la Palma y el Oscar al gamberrismo por goleada.
Por un día también -y si me permite- usurparé las funciones del mochilero del Diari Menorca, el señor Barber Allés, e incuiré instantáneas para que cada uno de los lectores pueda observar como quedaron los recientemente estrenados neumáticos de mi automóvil, aparcado ante el aparthotel Siesta Mar de Cala en Porter: juzguen por ustedes mismos.
Estos altercados o similares se vienen dando en la urbanización alaiorense durante cada fin de semana o lo que es lo mismo, en cada celebración festiva o prefestiva. El complejo Siesta Mar, donde vivo, lejos de parecer privado y para residentes, alberga el paso de todo tipo de personas, de día y de noche, muchos de ellos con sus bicicletas, y algunos pasando con estas por encima de plantas, parterres y jardines; otros sin ser residentes o clientes (y me consta), se bañan en la piscina del complejo hasta el punto de parecer municipal -y que por cierto carece de todo control de seguridad y también de socorrista-, por lo que cualquier noche aparecerá algun ahogado en ella, ya que las visitas nocturnas de personal ajeno al complejo para sumergirse en estas libres aguas son la tónica constante del verano, y cabe decir que el estado etílico de muchos de los que lo hacen es verdaderamente importante, a juzgar por sus movimientos en ese y sus cuasi initeligibles palabras.
En invierno esta piscina queda llena y descubierta, con el agua sucia que apesta a podredumbre, y con el peligro que cualquier niño pueda caer en ella y perder la vida. ¿Y quien lo vigila y controla todo esto?, porque el municipio esgrime que la zona no es vía pública, pero sin embargo se utiliza como tal y de hecho lo es a todos los efectos, eso sí, sin luz y sin los elementos propios de una calle.
Junto a mi apartamento existe una zona de césped que a menudo sirve de cama de quien no tiene adonde ir; también de refugio amoroso a parejitas, y, lo más penoso, de escondite que algunos adictos heroinómanos utilizan para pincharse o fumar, y a los que, al igual que los que vienen a tal sitio a dejar sus regalitos en forma de excremento de perro, sueltos los animales y sin control por sus dueños ya que campan libremente, he tenido que llamar la atención y ahuyentar infinidad de veces, cosa que incluso me ha valido los insultos y la agresión física de uno de estos energúmenos de perro suelto y de estética facciomilitar, y quien sabe si el colofón de ver los neumáticos de mi vehículo rajados al estilo más quinqui, evidentemente por represalia y en una advertencia violenta que se traduce en casi mil euros de perjuicio económico.
Por lo que se refiere a los responsables del complejo, lejos de ser solidarios con los que como yo vivimos allí todo el año y habitamos y vigilamos la zona, no tienen ningun reparo en llamar a la Policía para denunciar nuestra posición al respecto, y para esgrimir ante la fuerza pública que "nuestras quejas son un ataque a sus clientes". Y yo me pregunto, ¿y los ataques a los vecinos contribuyentes, quien los defiende y controla? ¿Qué es Cala en Porter, "Dodge City", donde la ley era la de la mano de cada uno según su estado y posibilidades? Creí vivir en Europa, y en una sociedad civilizada.
El pasado invierno y a causa del fuerte viento, se cayó un árbol en aquel recinto. Avisé enseguida por teléfono al jefe de mantenimiento del aparthotel Siesta Mar. Corría el mes de diciembre. El árbol caído fue retirado a finales de abril. Los cables eléctricos que arrancó con su caida seguían al descubierto peligrosamente, más en los días de copiosas lluvias que tuvimos. Las escaleras sin luz durante cuatro meses y las tres tristes farolas que nos dejan encendidas (el resto queda absolutamente en poder de las tinieblas) pasaron un mes apagadas. Hasta mediados de mayo nadie arregló nada.
Cala en Porter es la Menorca indeseable, la ciudad sin ley llena de irregularidades urbanísticas, y de calles antiestéticas fruto del todo vale, llenas de excrementos de perro en sus aceras, que deja en evidencia la poca educación y la poca cultura del lugar en general ante el turista de calidad, que saca sus propias conclusiones, evidentemente de caracter negativo, y sin que nadie responsable medie palabra ni obra para reparar daño alguno. Qué verguenza, sobre todo ajena. Esto no sucederia jamás en Alaior, municipio del que dependemos los que vivimos en la citada urbanización, y del que sólo nos separan diez kilómetros de carretera tortuosa, que más que eso parece una encrucijada. Y no sucedería porque la mentalidad de los responsables municipales es que Alaior es la capital, y lo otro un suburbio postizo sin valor de ningun tipo, excepto impositivo. Estoy más que seguro.
Estoy triste y al mismo tiempo preocupado por mi seguridad personal, porqué, tal como dijo Felipe II al tener noticia de la derrota de la Armada Invencible en agosto de 1588, "yo no he venido aquí a luchar contra los elementos". Lo único que me queda en este aspecto es confiar en la profesionalidad de la Policía Municipal y de la Guardia Civil, seguramente fuerzas muy mermadas en sus actuaciones por la falta de iniciativas de seguridad de sus responsables, y no voy a entrar en si estos son políticos o ejecutivos, porque sinceramente me da igual de quien sea culpa tal inefectividad, la prueba de la cual son estas fotografias de mi coche inutilizado por estos actos vandálicos.

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